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El viaje de la verdadera sanación

Jul 1, 2024

3 min de lectura

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Hace poco regresé de visitar mi querida Argentina. Para aquellos que no me conocen, nací y crecí en la provincia de Jujuy, Argentina. Me mudé a los EE. UU. en agosto de 2000 para hacer un posgrado. He estado en los EE. UU. desde entonces y solo he regresado a "casa" 3 veces; este último viaje fue el cuarto. Casa está entre comillas porque creo que casa, o "hogar" es donde uno se forja. Por cursi que suene. Y mi HOGAR es mi pequeña familia. Tuve la suerte de poder ir con mi pequeña familia a Jujuy y compartir algunas de mis raíces.


Nuestros hijos pudieron ver el lugar donde crecí, muy diferente a cómo y dónde ellos crecen hoy. Nací y crecí en la ciudad capital de Jujuy, llamada San Salvador de Jujuy. San Salvador está a un par de horas al sur de la ciudad norteña de Humahuaca.


En Humahuaca se encuentra la Quebrada de Humahuaca, un paisaje imponente resultado de procesos geológicos muy diversos que se iniciaron en el Precámbrico. Esta quebrada y su región circundante fueron declaradas Patrimonio Cultural y Natural de la Humanidad por la UNESCO en 2003. La gran variedad de rocas que se pueden apreciar aquí, incluidas algunas de las más antiguas del país, le dan un colorido extraordinario a este paisaje. Entre los numerosos puntos de interés, y uno que nos propusimos visitar en esta oportunidad, se encuentra la Serranía del Hornocal. (las sierras del Hornocal -que se muestran en la foto aquí):



El Hornocal, view from the summit - Humahuaca, Province of Jujuy, Argentina
El Hornocal, view from the summit - Humahuaca, Province of Jujuy, Argentina

Llegar al Hornocal no fue ninguna broma. Humahuaca ya se encuentra a más de 9.800 pies sobre el nivel del mar. Nosotros ascendimos (en auto en un lapso de 2 horas) otros 4.000 pies sobre el nivel del mar, más o menos. El camino de más de 20 km de largo era lento, sinuoso y totalmente de tierra.



Road up to the summit of Hornocal, Humahuaca, Jujuy, Argentina
Road up to the summit of Hornocal, Humahuaca, Jujuy, Argentina

Sin embargo, el ascenso constante que nos llevó más de dos horas valió la pena. ¡La vista impresionante nos dejó sin aliento! Pero también lo hizo la altitud: incluso después de alcanzar nuestro objetivo deseado, la cumbre, tuvimos problemas para disfrutar y regocijarnos, porque respirar era complicado, para algunos más que para otros. Estábamos a 14.108 pies sobre el nivel del mar cuando todo estuvo dicho y hecho. Afortunadamente, los lugareños descubrieron cómo aprovecharse de eso y pudimos comprar caramelos de hoja de coca y dulces de pupusa (ambos son básicos en las regiones del Altiplano del norte de Argentina y Chile, y el sur de Bolivia y Perú, ya que la hoja de coca y la hierba de pupusa son remedios herbales increíbles para el mal de altura y otras dolencias bronquiales y pulmonares). El producto funciona. (Podemos hablar otro día sobre el poder del placebo).


La cuestión es la siguiente: la verdadera sanación es muy parecida a un camino empinado, polvoriento y ventoso que sube hasta la cima, donde nos esperan asombro y admiración. La verdadera sanación requiere trabajo, energía, compromiso, comunidad, familia y amigos que nos acompañen durante parte del camino o durante todo el mismo. Requiere encontrar formas de afrontar las incomodidades a lo largo del camino, asegurándonos de que el viaje no se vea comprometido por esos mecanismos de afrontamiento. Requiere que haya otras personas con más experiencia esperándonos en la cima y que nos proporcionen herramientas adicionales que no sabíamos que necesitaríamos para adaptarnos y afrontar las nuevas exigencias de un viaje exitoso.


Y la verdadera curación requiere valentía.


Si estás leyendo esto, sos valiente. No dejes que nadie te diga lo contrario.


Te invito a que perseveres, te esfuerces y no desistas en este maravilloso viaje de sanación verdadera en el que te encuentras. Es un honor para mí acompañarte durante parte o la totalidad de este proceso. Debes saber que no estás solo.


Y si no, recuerden el dicho de este grafiti que vi el otro día en una esquina de San Salvador:

“La vida es MOVIMIENTO. No me detengo. Fluyo…”

¡Ya nos veremos!

Amanda

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